Un cuento vacío en busca de historias
“Había una vez un cuento descontento. ¿Por qué estaba descontento? Porque estaba vacío. No tenía nada: ni hadas, ni duendes, ni dragones, ni brujas. Ni si quiera tenía un lobo o un enano. Los otros cuentos ya lo tenían todo.”
El cuento sin historias se sentía muy triste y decidió acudir a una rana escritora.
Cuando la vio, el pobre cuento se llevo una decepción, porque la rana Charla, que así se llamaba solo escribía historias de miedo y el no quería provocar miedo a los demás.
Cuando regresaba a su casa decidió dar un paseo por el parque, y se encontró con un hermoso conejo blanco, tenía una cola muy redondita y de aspecto blandito. Lo vio tan triste que se acercó a el y le pregunto que era lo que le pasaba.
El cuento sin historia le dijo que no tenía nada escrito y que se sentía muy mal.
El conejo Andrés también era escritor pero de poesía, esto le desconcertó al cuento vacío.
El cuento vacío nunca había escuchado un poema.
Entonces el conejo le recitó uno de sus poemas:
La flor era hermosa
Dijo la grande madre osa
La flor le gustaba
Y la llevó a su cueva…
El cuento se quedo asombrado, y aceptó la propuesta de que el conejo Andrés escribiera sus historias y bellos poemas.
En el interior del cuento había miles de historias de flores, gato, perro, los elefantes de África, los osos del Ártico, los koalas de Australia y millones de cosas más.
El cuento por fin era feliz al tener algo que mostrarle al resto de la colección a la que pertenecía, y lo que más le gustaba era entretener a los niños y divertirlos.
El cuento sin historia ya tenía historias, muchas historias.
Fátima Esmorís Bértoa
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