lunes, 5 de marzo de 2007

Surcos de alborada: El sin nombre

Había perdido su nombre, no sabía cómo se llamaba.
Intentaba recordarlo y no podía.

Se le ocurrió un truco para descubrir su nombre,
estar atento a cómo le llamaban los demás.

En el grupo de amigos, Oscar le llamó:
-Eh tú, ven con nosotros.
Después en clase, su compañera Luisa dijo:
-Fue éste el que habló.
D. Evaristo, el profesor de filosofía le dijo:
-A ver, el del fondo, explíquese.
Y en las escaleras. Rufo, de cuarto, le espetó:
- Oye, chaval, deja pasar.

Estaba hecho un lío. Había perdido su nombre
y no lo encontraba en la forma en que los demás le nombraban.

En el fútbol, no tuvo tampoco éxito.
-¡Eh, 9!, pues jugaba de delantero.
-¡9, pon más atención a los balones por alto!
Incluso un espectador le llamó leñero, pero ni tú, ni éste, ni el del fondo, ni chaval, ni el 9, ni leñero, le resultaron nombres familiares.

Descorazonado volvió para casa. Por el camino buscó por las papeleras, a ver si encontraba su nombre perdido, allí abandonado.
Incluso preguntó al Sr. Juan, el barrendero, si lo había encontrado.
-No tío, yo no barro esas cosas, le dijo.

Y mientras caminaba desalentado hacia casa pensaba en lo que le había llamado:
, este, chaval, tío... Y nada, ningún nombre era el suyo.

Y al pasar por el escaparate de la tienda de Eufemiano
leyó: San José, día del padre.
Y entonces reconoció su nombre:
¡José!
Saltó de alegría y a gritos se fue repitiendo:

Jose, José, Pepe, Pepito,
Jose, José, Pepe, Pepito...


No hay comentarios: